miércoles, 11 de febrero de 2009

MI PEQUEÑO GRUMETE ESTA MALITO

Mala semana la que hemos vivido. Por mucho que hayamos estado fuera de casa a pensión completa, no se lo recomiendo a nadie. Y es que estar en el hospital por problemas de salud no es que sea muy placentero. Y menos si el enfermo es un niño de tres años que aunque este tan cachas como un ternero de veinticinco kilos sigue siendo un pequeño gordito. Y si a esto le sumas que es Diego pues imaginate.

Ahora que ya sabéis que Diego ha estado ingresado en el hospital toda esta semana os voy a contar desde el principio lo que ha pasado.

El miércoles pasado tuvimos la típica tarde de familia unida. Fuimos los cuatro a la piscina. Lucia se lo paso en grande, Diego como un pez en el agua y los papis mas contentos de ver a sus hijos felices que todo. Después de cenar, como siempre, estábamos viendo un poco la tele y Diego se quejo puntualmente de que le dolía la espalda. La verdad es que yo no le di la mas mínima importancia, es mas, pensé que empezaba ya con excusitas para no irse a la cama. Ester si que se quedo un poco mas pendiente del enano, y es que una madre es una madre. También es cierto que Ester se preocupa siempre de cualquier queja que tenga el pequeño grumete. El caso es que cinco minutos después, estaba el pobre Diego tirado en el suelo llorando del dolor que tenia en la espalda. Corriendo nos vestimos y me le lleve a urgencias a ver que nos contaba. Aparte del dolor de espalda, el niño tenia espasmos que en verdad es lo que mas me asusto. En cuanto le tumbe en el coche se quedo dormido y por si acaso, decidí esperar unos minutos a ver si solo era sueño lo que en verdad tenia. Y diréis vosotros, ¿Como va a ser solo sueño? Y os diré yo, que no os podéis imaginar como pierde el control un niño cuando tiene sueño y lo que es capaz de llorar por no irse a la cama. Pero en cuanto me fije un poco, vi que estaba agarrotado. Tenia los dedos encogidos y tensos, los ojos entreabiertos y no reaccionaba a ninguna de mis llamadas. De vez en cuando, levantaba repentinamente una mano apretando los dedos mas fuerte y la mantenía en alto unos segundos. No so podéis imaginar lo asustado que estaba en el coche ante tal situación. Cuando llegamos a urgencias y le cogí, rompió a llorar de nuevo con la queja de que le dolía la espalda. Le empezaron a mirar y la doctora no terminaba de ver lo que le podía pasar. La veía yo mas despistada que un pulpo en un garaje.

-Si eso llamo al pediatra.- Dijo como poco convencimiento. Pero pasaban los segundos y no llamaba a nadie. Menos mal que el pediatra en cuestión, que estaba a punto de terminar su jornada, se paso por allí a ver como estaban y se encontró todo el pastel. Empezó a hacerle pruebas, esta vez con precisión y seguridad. Diego adoptaba las posiciones que le mandaba sin problemas y le respondía a las preguntas claramente, eso si entre lloro y lloro, porque al pobre se le veía que estaba sufriendo mucho.

El pediatra no sabia si estaba ante un problema pulmonar, una infección de orina o incluso un episodio de epilepsia. Lo desconcertado que estaba el pediatra me hizo preocuparpe un poco. Para no andar a medias, nos mando instantáneamente al hospital General Yagüe para hacerle unas pruebas un poco mas serias. Y allí llegamos el grumete y yo.

Nada mas entrar en el hospital el pequeño vomito todo lo que tenia en el estomago, lo cual, hizo que durante toda la noche nos acompañase también el olor a bilis y comida. Lo primero que le hicieron fue una prueba de orina, bueno hicieron. Le acompañe al servicio, para que hiciese pis en un bote. Como era algo nuevo pues lo hizo con ganas. Pero no por eso iba a sobreponerse a su mal estar. Y tras acabar de llenar el bote se me cayó a los brazos (El niño, no el pis). Imaginaros la foto cuando volvimos a la sala de exploración. Yo con Diego en calzoncillos, con vomito por toda nuestra ropa, sus pantalones con restos de comida a estilo bufanda, una mano agarrándole y la otra con un bote de orina mal cerrado,... no os digo mas que si un fotógrafo nos hubiera tomado una instantánea en ese momento hubiera ganado el premio pulitzer.

Viendo que las cosas no estaban muy claras en urgencias decidieron ingresar al grumete para prevenir males peores. Pero claro, lo primero que te hacen al ingresar es ponerte la vía. Y ¿como pones la vía a un niño de tres años en esas circunstancias? Pues la respuesta en verdad es sencilla, pues intentándolo varias veces. Pobre Diego, lo que lloraba. Y las enfermeras no es que lo hicieran mal, pero mi hijo lloraba desconsoladamente y era de dolor.

Tras unas radiografias y un par de pruebas mas nos dejaron tranquilos en la habitación. Y es que a parte de lo que el niño pudiera tener, el niño arrastraba ya un cansancio que le hacían parecer un saquito de patatas. Era la una de la mañana cuando Diego podía dormir.

Claro, yo estuve todo el rato con Diego y veía como estaba realmente. Pero imaginaros como tendría que estar su madre que estaba en casa. Sola en casa, con la niña dormida, recibiendo llamadas mías cada par de horas contándole cosas que la hacían que se la estrujase el corazón. Estoy seguro que por muy mala noche que pasamos Diego y yo en el hospital, la de Ester no tuvo que ser mejor.

Por la mañana pronto entro a vernos el mismo pediatra que le había tratado en urgencias y es que era el jefe de pediatría del hospital. Las cosas no estaban claras y el niño no salia de ese estado de aletargamiento espasmodico en el que estaba inmerso. Así que volvieron a realizar las pruebas de la noche. Los abuelos fueron llegando en busca de darnos un poco de ayuda y de ver a su nieto mejor de lo que ellos esperaban. Fue una mañana un poco agobiante, pero sobre todo por la espera de alguna noticia de lo que pasaba. Ya para la hora de comer aseguraron que era una neumonía en estado de formación en los dos pulmones. La cosa parecía seria, pero os aseguro que en cuanto le dieron los medicamentos correspondientes la recuperación fue rapidísima. Esa misma tarde ya estaba hablando con nosotros y al dia siguiente por la mañana ya estaba montando puzzles. Nos han tenido un poco mas en el hospital porque como la neumonia vino tan de repente sin avisar, y eso no es normal, preferían esperar un poco por si salia algo mas que no tenían en cuenta. Pero gracias a dios no ha habido mas historias que contar.

Lo peor de la estancia a sido la vía que llevaba Diego, que aunque no se ha quejado nada, pues en cuanto se encontró bien, de tanto moverse, hizo el amago de salirse le tres veces, y cada una de las veces los dolores del niño eran espectaculares. Teníais que vernos, al niño dentro de la habitación con las enfermeras, y fuera a la abuela, la madre y la tía llorando de los gritos que estaba pegando Diego. Aunque para Diego lo peor han sido los aerosoles. Por mucho que le deciasmos que no se preocupase, que era una trompa de elefante y que asi se iba a hacer mas fuerte, el no colaba. Menudos gritos.

Ayer nos fuimos para casa. Y cuando salíamos por el hospital, justo en la puerta de salida dijo Diego:

-Ya se ha acabado.

La vuelta a casa a sido lo primero deseado, y luego necesaria. Diego tenia ya un ansia de libertad y de ver sus cosas terrible. Pero sobre todo ganas de contarle a su hermana donde había estado y darla unos besos de fresa que la había guardado. Lucia ademas no es que se la notase que echaba de menos a su hermano, pero cuando le hablabamos de el o cuando les poniamos para que hablasen por telefono, si que se emocionaba. De echo ayer cuando le vio se puso mas contenta que todo. Y

¿Y ahora que hay que hacer? Pues lo mas importante es reeducar al niño. Que con tantos mismos necesarios y dejarle hacer lo que quisiera, lleva un día en casa, pero esta de un descoordinado que nos deja impresionados. Para hacerle un poco desviar su mente hacia juegos que le den mas resonsabilidad y se olvide un poco de lo bien que esta haciendo lo que le da la gana, le hemos comprado dos peces. Parece que la intención cumple su objetivo. De momento ya les ha puesto nombre, Peter Pan (el blanco) y Capitán Garfio (el naranja)